A lo largo de nuestra vida nos vamos a cruzar con situaciones que precisen sí o sí de la intervención de un abogado. Por ejemplo, firmar un contrato o contratar a alguien, resolver algún conflicto judicial, resolver un divorcio, una herencia o una sucesión, etc. Para esto es muy conveniente tener un amigo abogado o un abogado de confianza en el cual depositemos nuestros problemas legales a resolver. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el abogado se formó durante muchos años para poder efectuar su trabajo se manera óptima, y por lo tanto, le corresponderá una retribución económica a su labor.
Es muy común pensar que si tenemos un amigo abogado les podremos pedir consejos o hasta incluso asesoramiento en temas legales sin tener que pagarles, ya que es un servicio y no presenta bienes tangibles que nos disuadan a hacer lo contrario.
Pero para poder realizar ese servicio de asesoramiento el abogado debió estudiar por muchos años y lo sigue haciendo, debe abonar su cuota correspondiente al colegio de abogados, debe tener su estudio jurídico, debe pagar sus servicios de internet, para movilizarse, para vestirse acorde a la profesión, etc. Entonces, el hecho que sea un servicio y no requiera de materiales tangibles no quiere decir que la labor de un abogado no implique el gasto de dinero.
Más allá de esto, en las consultas con los abogados se presta mucho para charlar, que el cliente cuente sus problemas que debe resolver, lo cual genera un vínculo entre profesional y cliente. Entonces, si ambos no se conocían previamente es muy probable que luego de las consultas generen un vínculo, ya que han compartido muchos aspectos de la vida privada y el abogado se ha convertido en una especie de psicólogo consejero.
Por otro lado, si la amistad con un profesional del derecho ya era prexistente al vínculo profesional – cliente, nos ahorra mucho tiempo ya que tenemos a nuestro alcance a una persona de confianza para que nos defienda y resuelva nuestros conflictos legales.
Un abogado realmente profesional actúa de forma ética y no busca beneficiarse gracias a la ignorancia legal o las desventajas de su cliente. Ofrece protección y defensa sobre una persona que precisa del amparo de la justicia.